Arena, suspiros y caracolas

Los pasos sobre aquella arena mullida, uno tras otro, despacito, muy, muy despacito, fueron los que les hablaron de cierta ballena al fondo del mar engulléndose las penas. Unas penas encontradas tras tanto tumulto de idas y venidas con piedras minúsculas jugueteando dentro de cada roce de sus pequeños pies.

Y, por una vez, sus ojos no se encontraron. Fue suficiente con que los labios dieran con el camino de vuelta al almacén de las palabras robadas. Unas palabras que despedían cierta melodía irreconociblemente familiar, y que prometía acercarles hasta el límite de sus corazones tantos suspiros maltrechos a la imperturbable luz del día.

Así las cosas, aquel día, la carrera se compitió a una velocidad tan inexacta que las caracolas tuvieron la seria sospecha de que no tardarían mucho en ser descubiertas entre tanta arena del mar.

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